Ésta soy yo hablando conmigo misma. Si ahora mismo estás leyendo mis pensamientos, debes tener en cuenta que no son más que eso, ideas exclusivas de mi cabeza, que tienen su reflejo aquí. No intento comunicar nada al mundo, así que no hace falta que te preocupes por hacerlo tú tampoco.
Y sin nada más que decir, te doy la bienvenida a mis complicadas reflexiones. No te asustes si no me entiendes. Me ha pasado más veces.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Winter, winter, winter is coming

Hoy, por fin, ha hecho frío de verdad en Madrid. Y ha sido fantástico. Ya llega el invierno.




Con abrigos, bufandas, gorros, guantes, jerseys, botas, calcetines gorditos. Mil capas. Vaho saliendo de tu boca. Sentir la cara congelada. El calorcito al entrar en casa. Lo a gusto que se anda con las manos bien metidas en los bolsillos del abrigo. El café calentito por las mañanas. El chocolate caliente a la hora de la película. La chimenea. El sofá que te abraza entre cojines. Los pijamas calentitos. La bata. El edredón.






Las luces en las calles. Los puestos de castañas asadas. La música dondequiera que vayas. Los villancicos al salir del metro. Los mil colores. La nieve, nieve por todas partes, nieve en la ropa, en el pelo. Las calles blancas. Los adornos. Los niños escribiendo cartas a los Reyes Magos. Las películas obligatorias: Love Actually, La gran familia. El espumillón. Las sonrisas se venden menos caras, e incluso se regalan entre desconocidos que se cruzan.




La primera tableta de turrón. El calendario de Adviento. Poner el belén en familia. Rescatar las panderetas de lo alto del armario. Poner bolas en el árbol. Escribir christmas. Hacer mil propósitos de año nuevo. Ir al centro a ver qué bonito está, recorrer la Plaza Mayor. Elegir qué llevar en los días más especiales. Salir a comprar los regalos para la gente que quieres. Las cenas con tus amigos. Las reuniones en familia. Las funciones del colegio. El amigo invisible. Las peleas con el celo y los lazos envolviendo regalos. El suspense al cortar el roscón. Quedar para aprender a preparar postres navideños.

La emoción de saber que no queda nada ya... Qué ganas de frío, de invierno y de Navidad.





– Que es de locos, es de locos

jueves, 18 de octubre de 2012

Que ya no me da miedo


No sé qué es.
Es una locura, y una tontería, y nada en concreto.
Y a la vez lo es todo.
Fue por una vez que me dejé llevar cuando no debía.
Quizás fue un error.
Ahora ya no es tal, no haberlo cometido sí que lo sería.
Dejé de pensar.
Mi talón de Aquiles, nadie lo conoce.
A ti te es familiar.

Subir y bajar.
Pensar en tus sonrisas, que son un constante echarte de menos.
Ser digna no importa.
Prefiero arriesgarme, de cabeza tirarme,
y decir lo que siento.

Consciente del riesgo.
Cuando no hay advertencia que valga,
el presente absorbe por completo,
y mañana sólo importa si es hoy.
Y da igual qué hayas aprendido,
su contacto es volver a caer, y olvidarlo todo,
y empezar de cero.

Lo malo está bien.
Y todo cambia su sentido cuando tú lo haces.
Qué importan mis intenciones, si cuando me rozas
cambio de opiniones.

Mirarte es sentir
que me cambias entera por dentro, y me lees muy al fondo.
No quiero fingir
que no quiero ese beso que veo, y que gritan tus ojos.
Sé que es para mí.
Y que vas a regalarlo ahora, y sería tan fácil...
Pero el mundo a lo que es necesario se niega en silencio,
aunque lo pidamos.

El tiempo se agota.
El reloj es demasiado rápido, y nosotros muy lentos.
De pronto se ha acabado todo.
A mis labios les falta un beso tuyo, a los tuyos les sobra.
Y me quema por dentro.

Y aquí estoy otra vez.
Y te siento extrañamente cerca, y a la vez muy lejos.
La rutina me abraza muy pronto,
ya no sé si ha pasado,
o si sólo fue un sueño.

Qué absurda sensación.
Que se escapa, y me hace cosquillas con tu solo recuerdo.
Ya no sé si es triste o feliz.
Aprendí a no echarte de menos,
echándote de menos.

Me acostumbraré.
Sólo duele que sean palabras lo que puedo darte.
Y que aún si lograra entenderme, no me serviría.
Me falta tu parte.
Ese 'según tú'.
Y me miro a través de tus ojos, pero no lo entiendo.
Todo sé cuando tú ya no estás,
pero qué más me da,
si yo ya no te tengo.

Así que me aguanto.
Me enfrento a la realidad y comprendo
que así funcionamos.
Todo es siempre leernos, gustarnos,
mirarnos, desearnos.
Y ya no tenernos.

Sacar lo mejor.
Y al fin ya no queda más que aceptar lo inevitable.
Que vuelve a ser tarde.
Para regalarnos un momento, un último abrazo.
O el último beso.


 Aunque te suene a lo de siempre

 Estoy de paso, pero si quieres me quedo

miércoles, 10 de octubre de 2012

i vull que no s’apagui mai



– d'entre totes les estrelles jo vull estar amb tu


Soy una persona muy afortunada. Estoy rodeada de gente maravillosa que me da siempre mil veces más de lo que yo puedo ofrecerles. Y además no se limita a un círculo reducido, he tenido la suerte de ir conociendo a todas estas personas en condiciones muy diferentes que me han dado la oportunidad de poder disfrutar ahora de tener gente especial en mi vida en ámbitos distintos, y a veces hasta se diría que opuestos.

También, por esta razón, soy una persona que siempre está liada con un montón de planes, y me es difícil compaginar tantos aspectos de mi vida dándoles a todos la relevancia que me gustaría. Pero he aprendido a organizarme de forma que hoy en día tengo una vida muy completa en todos los sentidos, e intento no perderme nada de lo que pueda hacerme sentir más realizada, aunque parezca que mi tiempo no da para más.

Mucha gente se asombra de que quiera estar metida en tantas cosas, y me preguntan que cómo doy abasto con tanto. Que en qué estaba pensando cuando me dejé liar por tantas historias.

Para mí no es cuestión de querer abarcar mucho, y así hacerlo posible.
Es haber tenido la suerte de tener mucho, y no querer renunciar a nada.


– vull ser un camí, un caminar amb el cor


miércoles, 3 de octubre de 2012

Que la verdad es de cada uno

















– Me llena los bolsillos de esperanza


Cuando notas que te comprenden, te sientes menos extraña entre la gente.

A pesar de que ante los demás tú te veas como un ser absolutamente distinto e incomprensible desde la perspectiva de otros, cuando empiezas a conocer a la gente te vas mostrando a ti misma poco a poco, quitándote capa tras capa, y dejando entrever muchas veces más de lo que imaginas, y pretendes.


Y es que es imposible conocer, comprender, o ser conscientes de cuánto abarca la dimensión del otro desde nuestro propio mundo, aunque vamos avanzando poco a poco. Al menos podemos dar ese salto que es abrir considerablemente nuestras mentes. Y ver mucho más verdaderas a las personas.


Como si toda la vida hubiéramos estado observando un salón lleno de gente a través del ojo de una cerradura, y un día se abriera la puerta, descubriendo un mundo ya conocido y completamente diferente. Donde cada persona es la que tú pensabas, pero la ves absolutamente cambiada, como a través de otro prisma, como si de una película en blanco y negro pasaras a la misma en color.







– We'll let them come true

lunes, 6 de febrero de 2012

C'est ta vie, fais ce que tu veux, tant pis


Me encanta la sensación de empezar un nuevo libro. Abrir con cuidado las tapas, dejar que las primeras hojas se deslicen entre mis dedos, pasar las páginas rápidamente para no desvelar ningún misterio, acariciar el relieve del título. La emoción de aún no saber nada, ni si hay amores, aventuras, amistades, tragedias, fantasías, ni si me reíré a carcajadas o lloraré amargamente; si cogeré mucho cariño a los personajes o por el contrario no llegarán a emocionarme, si se perderá alguien en la historia, si habrá giros inesperados... Si tendrá un final feliz o quizá una realidad indeseada se impondrá sobre mis esperanzas.

Acabo de empezar un libro, no hace mucho. Llevaba bastante tiempo apartada de la lectura, la rutina se había apoderado de mis aficiones y había acabado abandonando esos ratos de reflexión que antes tanto aprovechaba. De vez en cuando me leía algo que encontraba por ahí, pero nunca nada que me quitara horas y horas de pensamientos, de angustia o de emoción mientras no estaba leyéndolo, pensando en qué pasaría a continuación en la historia.

Realmente empezarme un libro es algo que me asusta un poco. Me da miedo, porque odio los que no tienen finales felices. Quizá es por las esperanzas tan ciegas y confiadas que deposito en los personajes y en el transcurso de la historia, y por lo mucho que me influyen sus ideas, sus emociones, sus descubrimientos. Por eso me duele tanto cada caída, cada decepción que leo, porque siento que yo también he caído y he fallado.

Inexplicablemente, a pesar de haberme resistido en un principio a aceptar el libro cuando llegó a mí, acabé contradiciendo mis negativas anteriores a leerlo; al fin y al cabo, un libro es un libro, y cuando tiene buena pinta una no puede resistirse, a pesar de saber que es muy posible que lo pase mal. Así que, animada por todos los cambios que había sufrido ese año gracias a tantas experiencias, y como tributo a mi nuevo yo, cogí el libro con ilusión y ganas y me tiré a la piscina.

Pocas sensaciones pueden compararse a la de abrir tu realidad a un nuevo mundo, completamente desconocido, del que no sabes nada. La ilusión por cada cosa nueva, la sorpresa de lo inesperado; ese cosquilleo en el estómago tan especial cuando pasa algo sin demasiada relevancia en la trama, pero que te hace verlo todo con otros ojos, y te saca una sonrisa involuntaria de repente.Te ilusiona cada página que pasas, cada nuevo capítulo, cada detalle que se va añadiendo y que va configurando en tu mente la forma de lo que será tu concepción del libro.

O las veces que no estás leyendo, volviendo a casa, en el metro, caminando por la calle, o al mirar por la ventana; cuando tu mente vuelve al libro una y otra vez, queriendo saber más, recordando pasajes especiales, palabras, descripciones, sensaciones que te han hecho pensar que todo era real. Me encanta ser consciente en esos momentos de lo mucho que estoy disfrutando de lo que va pasando, tanto que me hace ir sonriendo a la gente por la calle los lunes por la mañana y me tiene todo el día bailando por mi casa mientras me dejo la voz desgañitándome con canciones que, misteriosamente, parecen narrar en primera persona la historia que estoy viviendo. Llegados ya a este punto es cuando tomo la decisión de hablarle de lo maravilloso que es el libro a todo aquél con quien esté a cada momento, haciéndole famoso en poco tiempo entre mis conocidos.

Sólo que es cuestión de tiempo que la alegría permanente pase a ser perecedera, y los temores que me asaltaban al abrir el libro se ven confirmados cuando la trama empieza a regodearse en nuevas complicaciones como contraposición a la sencilla solución que yo veía para las que ya existían desde el inicio, y que hubiera resuelto el nudo en un abrir y cerrar de ojos. Cuando se abre la puerta a los problemas entran todos en comunidad, y al asomarse a un pozo es imposible ver el fondo. De modo que, como ya había supuesto yo en un principio que pasaría, me vi descubriendo nuevos impedimentos a cada página que pasaba, y el cúmulo de contrariedades formó una bola de nieve que empezó a descender por la montaña a pasos agigantados, trasladándome de la cima al pie en unas pocas y desagradables volteretas. Hasta que caí en que estaba de nuevo abajo del todo, y me impactó lo fácil que había sido desandar lo andado teniendo en cuenta lo mucho que me había costado subir. Me sentí desorientada, vagando por la nada sin saber qué hacer, sin entenderme a mí ni los anteriores soportes de mi vida, que tan fácilmente habían fallado; sumida en una crisis de valores y de objetivos personales de la que no me sentía capaz de salir.

Al final, la forma en que sigo adelante es volviendo a la realidad, las costumbres me hacen distraerme de mis preocupaciones y me obligan a relativizar mis problemas. La solución no está en que lo deje de leer, pues ahora que me lo planteo seriamente es cuando ya es demasiado tarde y no puedo volver atrás. En el fondo, me gusta demasiado este libro como para no abrirlo en todo el día, o no dedicarle un pensamiento cuando algo que me pasa tiene alguna relación con algo que he leído, o evitar seguir hablando de cómo me siento con respecto a él. Las esperanzas de que haya un final feliz han disminuido notablemente, pero no por ello han desaparecido ni creo que lo hagan nunca. Al fin y al cabo, es una de las características que nos definen como humanos: nunca renunciamos a una ilusión, aunque todo apunte a que es imposible. Seguimos adelante por nuestro sueño, con más ganas o con menos, a veces lo hacemos un poco a un lado, pero nunca lo abandonamos definitivamente. Y nos ayudamos con optimismo, y con una sonrisa que convenza a los demás y a nosotros nos dé seguridad, que diga "sí, sé que es difícil, pero no por ello dejaré de intentarlo".

Siempre volveré a sonreír aunque una simple frase dicha por él pueda hacerme caer de bruces. Él. Mi libro tiene los ojos oscuros, el pelo despeinado, una sonrisa insegura y otra alegre que cuando se solapan me obligan a sonreír también, quiera o no; gesticula mucho, escribe con pluma y baila para sus vecinos. Cuando está más nervioso repite todas sus coletillas y le bailan las muñecas, y se escuda en el sarcasmo para intentar decir todo lo que es difícil de expresar. Cuando me mira a los ojos y me sostiene la mirada, me resulta imposible leer lo que me dicen por demasiado tiempo, me da miedo lanzarme; y cada vez que le oigo decir mi nombre o buscarme por alguna parte, ciertos bichillos simpáticos y coloridos se dedican a hacerme cosquillas por el estómago...


- T'as dû rêver, ce n'était pas moi

sábado, 8 de octubre de 2011

And other days I'm just a lucky bug

Mientras caminas por la calle, si no vas con alguien más, normalmente te dedicas a observar todo lo que te rodea. A mí me encanta andar sola, sobre todo sin música, ni nada que me distraiga de la explosión de caras, sitios, emociones y pensamientos que vuelan nada más poner un pie en la calle. Es una sensación de formar parte del mundo, de ser consciente de tu pequeñez dentro de él, que provoca que preste una atención especial a todos los detalles que suelen pasar desapercibidos.


Intentando no llegar demasiado tarde a coger el metro, pero sin demasiada prisa, me he fijado en un niño de unos tres años que iba a una distancia suficientemente prudente de su madre como para no perderla, pero dejando espacio entre ellos, posiblemente por lo embebido que se encontraba en lo que estaba haciendo. Recorriendo la acera junto a los setos había un mullido camino de hojas secas por el que él se dedicaba a arrastrar sus pies, levantándolas del suelo y haciendo que sonaran con ese crujido otoñal y melancólico que obliga a sonreír, aunque no quieras. Me he sentido indeciblemente mayor al caer en el hecho de que yo ni siquiera había visto la cantidad de hojas que había en el suelo. ¿Tan rápido he crecido, que ya no me llaman la atención las cosas que antes lo hacían? Y al llamarle su madre para cambiar de rumbo, teniendo que abandonar la indescriptible diversión de que estaba disfrutando, he podido ser testigo de la sonrisa que le ha dedicado él queriendo transmitirle lo bien que se lo había pasado en ese rato. Era como una sonrisa de agradecimiento al mundo por haberle regalado esos minutos de felicidad absoluta. Y he caído en la razón por la cual ya no soy pequeña, y es que yo ya no sé encontrar esa completa felicidad en algo tan simpe y sin importancia. Él todavía sí.

Es evidente que crezco, y he crecido, y seguiré creciendo, pero si hay algo a lo que no quiero renunciar definitivamente es la capacidad de encontrar la felicidad allí donde sea posible. Como - me he dado cuenta mientras continuaba andando - tras observar la sonrisa de ese niño. Es bonito ir andando por Madrid, con solecito y buen tiempo, un sábado por la mañana, pensando estas cosas, tarareando Honey and the bee en mis pensamientos, que son el mejor reproductor de música del mundo. Unos pensamientos que cada vez me hacían ir más absorta, y una canción que se encontraba en el punto justo de conocimiento, el cual se traduce en saberse algunas partes, y en desorden, con lo cual una canción de tres minutos puede durar hasta media hora en mi cabeza, tarareando y repitiendo fragmentos de la forma más absurda y bonita posible.

Luego seguir andando, mirando a todo el mundo a los ojos, y sonriendo con los tuyos, feliz de existir en este preciso momento, aquí, ahora.


There's something about you that makes me feel alive

Bienvenus

Siempre he pensado que mi vida tenía cierto carácter de novela, serie, cómic o epopeya griega, dependiendo de la situación. Demasiados momentos muy especiales, inauditos o, simplemente, inesperados, que no deberían caer en el olvido. Intentar retener todos los recuerdos en la mente es como tratar de evitar que el agua se escurra entre los dedos, inútil y desesperante; por ello tratamos de inmortalizarlos mediantes fotos, cartas, vídeos, calendarios... y, la profesionalidad personificada del almacenamiento de recuerdos: el diario.

Dado mi estrepitoso fracaso en el plan A) El diario, he decidido tirar por el plan B) El blog. Y veremos cómo marcha.

Así que aquí estoy, dispuesta a compartir mis pensamientos con el mundo. Más extensamente que en twitter, eso seguro.